Hace pocos días falleció mi padre. Sin dudas, el hecho de la pérdida de un ser querido involucra un millar de sentimientos, emociones, reacciones. Nunca había yo experimentado la partida de alguien tan cercano para mí. Los miedos de la infancia se hicieron realidad con su muerte.
Sin embargo, este hecho tan triste y extremo no impidió que pudiera yo reflexionar acerca de mí mismo, y es entonces cuando recordé un texto de Walter Carrington, alumno directo de F. M. Alexander, que habla de las emociones (puedes acceder a la transcripción original en inglés de este texto AQUÍ).
En el transcurso del día aparecen muchísimos estímulos que generan cambios en nosotros mismos, situaciones laborales, familiares, algunas cotidianas, otras sorpresivas, pero siempre estamos expuestos a cataratas de estímulos que afectan tanto las emociones como la fisiología de varios sistemas.
Cuando estamos frente a los estímulos y decidimos observar, podemos encontrar cambios en el funcionamiento de nuestro sistema, según sea el estímulo, veremos cambios en el ritmo cardíaco, modificaciones en la respiración, detenemos el aire, respiramos de forma más corta, activamos músculos en exceso, y también colapsamos. Pero, si somos capaces de detenernos por un segundo a sumergirnos en la observación de estos fenómenos, seremos capaces de estar por un momento en el presente. Y esto es lo que importa.
Cuando Alexander descubrió que frente al estímulo de decir un texto su cuerpo se tensaba, apretaba el cuello y jalaba la respiración, pudo ser capaz de abstraerse por momentos de aquellas emociones que solo le generaban angustia y ansiedad, y que se relacionaban con sus eventos pasados de disfonías y el miedo futuro a qué sucedería con su carrera de actor.
Solo estando en el presente pudo observar a detalle. Contemplar. Hacer inferencias. Descubrir.
Dice Carrington que todos olvidamos un hecho fundamental de la vida, algo que damos por sentado, algo que difícilmente reconozcamos, y es el hecho de poder estar verticales gracias a nuestro sistema de reflejos posturales. Alexander descubrió que su voz se veía seriamente perjudicada por el mal uso que realizaba de su cuerpo como resultado a exponerse a determinados estímulos, como el hecho de declamar un texto de Shakespeare. Sin embargo, en lugar de resistirse a los efectos de sus reacciones, en lugar de negarlos, decidió observarlos, verlos de frente, analizarlos, hasta entender que cuando este sistema o mecanismo postural dejaba de estar interferido el resto de los sistemas como el respiratorio, circulatorio, digestivo, muscular, etc, funcionaban con mayor libertad. Su poder radicó en observarse y volver al momento presente. Allí encontró la respuesta.
¿Cómo reaccionas a los estímulos? ¿Qué te sucede físicamente cuando te sientes emocionalmente devastado? ¿Cómo está tu respiración? ¿Cómo está tu voz? ¿Cómo te percibes cuando determinados estímulos desatan ansiedad o miedo en tí?
Volver a nosotros, al momento presente, sin intentar cambiar algo de forma directa sino conservar el deseo de ver con curiosidad puede ser la llave para encontrar cambios constructivos.