La semana pasada analizábamos la importancia de lograr una coordinación total de varios sistemas para poder “sostener” el sonido sin interferir con este mecanismo que tiende a auto regularse según las tareas fonatorias que realicemos.
Es un hecho que el apoyo sucede de forma bastante natural y sin esfuerzo, si las condiciones están dadas para ello, es decir si no existe ningún tipo de interferencia de nuestra parte para intentar manipular de forma directa los sistemas involucrados.
Al sobre-trabajar alguna parte, compensaciones de otras partes tendrán lugar. Por ejemplo, si creo que tengo control directo y voluntario sobre el diafragma, lo cual es erróneo, y contraigo músculos del frente del torso creyendo que estoy apoyando el sonido, lo que realmente ocurrirá es que estaré tensando músculos abdominales de forma excesiva. Esta exceso de tensión de la musculatura abdominal generará un bloqueo a la libertad natural de las costillas de expandirse, la presión subglótica (debajo de los pliegues vocales) se incrementará y la laringe perderá libertad para una determinada demanda vocal. Si las costillas pierden su libertad natural, ¿a qué músculo crees le quitaremos movilidad? Adivinaste, al diafragma, ya que la excursión de ascenso y descenso del diafragma está en íntima relación con lo que hacen las costillas. Si éstas permanecen fijas, el diafragma se ve limitado en su movimiento. Por otro lado, el esfuerzo muscular que realices con tus músculos abdominales, creyendo que estás apoyando el sonido, repercutirá directa e inmediatamente con el resto de la libertad muscular de tu torso, cuello y cabeza, por lo que la laringe, que depende de la coordinación total de la musculatura del torso y cuello, quedará absolutamente limitada y para producir sonido necesitarás mayor esfuerzo aún, generando un círculo vicioso que se aleja sobremanera del concepto de comodidad y salud vocal que queremos lograr.
La “colocación del sonido”
Como parte de las tradicionales teorías sobre la función vocal está la de pensar que para apoyar el sonido debemos “colocar” bien la voz. Sin embargo, si existe un flujo respiratorio bajo, es decir que no empuja o ejerce presión, el cierre de los pliegues vocales será correcto, sano y la vibración de esos pliegues en contacto será también óptima.
La idea de colocar el sonido en determinadas ubicaciones como la cabeza, los pómulos, la “máscara”, es probable que interfiera con la respiración natural y que redunde en un sonido empujado o con demasiada presión. Lograr mayor resonancia no tiene que ser sinónimo de mayor esfuerzo, sino, por el contrario, cuánto más sinérgicamente actúen los sistemas, mayor posibilidad de resonancia encontraremos como resultado.
Ningún esfuerzo es necesario si este sistema de apoyo natural del sonido está en funcionamiento, es decir que éste funcionará de forma automática como resultado de la acción coordinada de todo el sistema muscular. Es por esto que no debemos relacionar el apoyo con el acto de respirar, sino con la coordinación total de todo nuestro sistema muscular.
En definitiva, no necesitamos pensar en la idea tradicional de apoyar la voz con fuerza y energía al cantar, sino comprender que el verdadero apoyo se deriva de la acción antagónica de la musculatura de la espalda y del tronco, que se activan durante la tarea fonatoria conformando una unidad elástica, completa y poderosa.