F.M. Alexander decía: “Traducimos todo, sea físico, mental o espiritual, en tensión muscular”.
A nivel físico, el estrés y la tensión pueden reflejarse en la respiración, el cuello, la espalda, la mandíbula, la lengua, etc. Gran parte de estas tensiones, por no decir todas, interfieren con la función vocal de muchas formas.
En la cápsula del 15 de abril pasado hablé sobre el hueso hioides y su relación con la musculatura de la laringe, lengua y mandíbula. Debido a esta interconexión muscular, cualquier exceso de trabajo afectará a las partes que se relacionan. Si la mandíbula y/o lengua están tensas, seguramente el espacio faríngeo se verá reducido, por lo que la resonancia se verá afectada inmediatamente, reduciendo en consecuencia la capacidad de expresión vocal e interpretativa.
Por otro lado, si existe tensión en los hombros, costillas, cuello, lengua, etc., el hueso hioides no tendrá la libertad que merece y esto también se verá reflejado en la falta de movilidad laríngea. Para conseguir sonoridad, es probable que incrementemos el nivel de activación muscular, generando mayor tensión.
La Lengua
En una cápsula que escribí el año pasado expliqué varios aspectos relacionados a la lengua (recuerda puedes leer las cápsulas pasadas aquí).
Es muy común que, como cantantes, percibamos en algún momento de nuestra carrera, tensión en la lengua, o mandíbula, pero ¿es esta percepción confiable?
Alexander nos recuerda que la percepción sensorial es generalmente poco confiable, engañosa. Percibimos en función de nuestros hábitos, es decir que si durante toda la vida bloqueamos las rodillas al estar de pie, colapsamos nuestra postura, o cantamos con esfuerzo excesivo, es probable que no nos demos cuenta de ello, a no ser que como consecuencia de estos hábitos comencemos a sentir incomodidades o incluso dolor.
La tensión en la lengua o mandíbula no siempre es real, en muchos casos se trata de una “sensación” de tensión, que no necesariamente proviene de la lengua o la mandíbula en sí.
Enfoque integrador
Sin importar de dónde provenga la tensión, es importante abordar este tipo de incomodidades o excesos de trabajo muscular, de una forma integradora, sabiendo que somos una unidad psicofísica y que, observando el panorama general y liberando las tensiones innecesarias de todo el sistema, es mucho más probable que logremos liberar lengua y/o mandíbula de forma indirecta.
Observa tus hábitos cotidianos, tu forma de caminar, sentarte, hablar, cantar. ¿En qué partes percibes mayor actividad muscular? No intentes cambiar nada de manera directa, observa y envía mensajes mentales desde tu cerebro a tu sistema muscular, para permitirte hacer menos. Puedes pensar: ¿en qué parte de mi cuerpo puedo hacer menos? Esto no implica que te relajes por completo o colapses, sino dejar de hacer lo innecesario.
Una vez que hayas hecho un hábito de este tipo de observación, puedes incluir en tu práctica alguna dinámica con la lengua, específicamente.
Observar la lengua
Una manera de obtener alguna retroalimentación de la actividad de la lengua consiste en ubicar tu dedo pulgar debajo de tu mentón. Traga saliva. Observa cómo se contraen los músculos de la base de la lengua, que también suelen contraerse al articular algunas vocales. El angostamiento de la lengua también es un signo de tensión.
Prueba descansar la lengua sobre el labio inferior, para ello la mandíbula desciende un poco. Piensa en el ancho de tu lengua y en el descanso sobre el labio. Sostén la lengua con tus dientes, muy amablemente. Prueba hacer algunos glissandos ascendentes o descendentes o entonar alguna melodía simple. Detecta y nota qué hace la lengua, y cada vez que notes algún tipo de contracción haz una pausa, vuelve a organizar el descanso de tu lengua sobre el labio y vuelve a hacer sonido.
Como consecuencia, también tu mandíbula se sentirá agradecida. Esta dinámica actúa simultáneamente en la tensión que puedas percibir en tu mandíbula y lengua.
Recuerda que siempre estoy dispuesto a que respondas este correo para escuchar tus comentarios, dudas o preguntas.